Crónicas de una ciudad que florece
Bogotá es un escenario diverso construido entre montañas; montañas que son habitadas por campesinos y citadinos que viven en la diversidad; una diversidad de culturas y ecosistemas. Del ecosistema se nos provee el agua, los alimentos, los tejidos, el clima. De la cultura aprendemos a coexistir, a comportarnos, a aceptarnos.
Sin duda, el territorio es uno de los mayores educadores. Los tejidos sociales de la ciudad aguardan en su memoria corporal los nacimientos y crecimientos de las sociedades.
Caminar y vivir la ciudad en el regreso a la presencialidad ha provocado una nostalgia de lo que éramos y una alegría de lo que ahora somos. Los momentos largos de quietud en casa, la introspección educativa, el repensarnos desde el trabajo autónomo y el reconocimiento de las emociones, son algunas de las acciones que nos prepararon para este punto de giro del siglo XXI.