Guía pedagógica para la conmemoración del 9 de abril (2021)
Recordar, es decidir volver a pasar por el corazón, es una característica de la vida comunitaria. Cuando se recuerda aquellos eventos pasados se logra que las personas y grupos puedan volver a sentir lo que estaba ocurriendo, conmemorar la vida y acciones de quienes ya no están, así como tomar los aprendizajes necesarios de lo vivido y sucedido en perspectiva de perdón y reconciliación. Recuperar la memoria colombiana, luego de tantos años de violencias, es una necesidad y un deber para enseñar a las nuevas generaciones, pero sobre todo para acompañar a las víctimas en su proceso de sanación y transformación de dolores; un camino que a la vez permite reconocer las características de fuerza y resiliencia que han permitido el alcance de objetivos y metas de aquellas personas y comunidades que luego de eventos dolorosos, han seguido adelante construyendo un proyecto colectivo.
La memoria da cuenta de los intereses, hábitos y prácticas que comparte un colectivo, entendiendo éstas últimas como un sistema de costumbres operativas, cognitivas y relacionales que constituyen el tejido social, entrelazado desde un universo de significados, de valores y de narraciones que lo legitiman. Por lo mismo no se puede entender la memoria sólo en el sentido retrospectivo (hacia el pasado, como si el pasado fuera un evento estático), sino que se hace necesario entender la memoria como un proceso activo, reconociendo el conjunto de actitudes prácticas, cognitivas y afectivas que prolongan a partir de la reflexión las experiencias pasadas en el presente. Es ahí en donde tal vez radica la paradoja más interesante de la memoria: un pasado que estructura el presente a partir del legado, a partir de la acción. Pero es el presente el que selecciona estos legados reteniendo algunos y abandonando otros al olvido, y que constantemente reformula la imagen del mismo pasado, contando siempre una y otra vez lo ocurrido.